VERDADES Y VERDADES

¿Por qué es tan difícil definir la verdad? Aun el mismo diccionario, con elaborada diplomacia, despoja al concepto de verdad de todo atributo absolutista. Solo la primera acepción reza: “Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. O, en otras palabras, la “verdad” depende del observador.
En este mundo globalizado es imposible no dejarse llevar por la agenda que marcan los principales medios de comunicación; que lejos de lo que eso podría significar en tiempos pretéritos —a saber: radio, televisión, prensa—, hoy son representados predominantemente por las redes sociales. El problema es que, en si mismas, las redes sociales son un campo de batalla en el que visiones beligerantes compiten por una rebanada de atención, con independencia de los motivos que haya detrás de cada frente. A final de cuentas, lo que reconocemos como nuestra opinión —o visión— de las cosas, no es sino el resultado de la manipulación que los medios han hecho con nosotros, con mayor o menor éxito de uno u otros frentes.
El problema, pues, crece en tanto que confundimos la “verdad” con la “realidad” —la primera relativa, la segunda absoluta—. Entonces ¿cuánto de lo que reconocemos como la “verdad” refleja la realidad de las cosas? ¿Cuánto no es más que una proyección de nuestros propios vicios, miedos y prejuicios?
Ante esa paradoja, discutir cualquier tema de actualidad se transforma en un verdadero acto de fe. Grupos se definen a partir de la afinidad de las ideas de sus miembros, y sin que exista apenas organización, se alinean en un frente unido a favor de alguna postura, y en contra de otra u otras.
Hoy que escribo esto, el tema en boga es la invasión rusa a Ucrania, como en su momento el tema fue la pandemia por Coronavirus, como lo ha sido cualquier otra cosa y como en un futuro será cualquier otra cosa.
Así pues ¿cuál es nuestra responsabilidad en todo esto? ¿Hasta qué punto controlamos lo que creemos, pensamos, sentimos o decimos? ¿Se nos puede juzgar por las posturas adoptadas? ¿Sería justo que se nos juzgue por dichas posturas?
Si diera mi opinión sobre el tema del momento, la invasión de Rusia a Ucrania, mis prejuicios me llevarían a condenar a Rusia y conmoverme por Ucrania, reconociendo a las noticias que legitimen mis prejuicios y discriminando a las que contradigan mi forma de pensar. Y lo peor es que ni siquiera hace falta que de mi opinión, porque ésta ya existe; de hecho, comenzó a existir tan pronto el tema fue puesto sobre la mesa.
Al final, creer en la “verdad” se transforma en un acto de fe, que esperamos con “fe” sea lo más cercana posible a la “realidad”, al menos más que las otras verdades.